Colonia de canela y limón

Colonia de canela y de limón

El olor  a colonia de canela y de limón me lleva a casa de mi abuela Petra donde en el desván o doblado nos probábamos sus tacones de boda que por mucho que intentábamos que nos cupieran en nuestros pies del 38 no podíamos ni dar unos pasos con ellos ya que mi abuela gastaba un 35.

Allí jugábamos también en una mecedora vieja donde yo me sentaba con mis apuntes de física que me tenía que preparar para septiembre, acariciando  un pequeño gato esquivo que rondaba por allí aprendiendo, con su madre, a cazar ratones.

Corría el mes de agosto y hacia mucho calor en aquellas tierras sofocantes de Extremadura  y el mejor sitio para jugar era esa casa grande con tantas antiguallas o el río a donde nos llevaba mi tía Tere, la mas moderna de la familia, que nos decía: no os vistáis podéis ir en bañador por el pueblo, a pesar de la vergüenza que sentíamos por hallarnos en plena adolescencia.

Sí los magníficos tacones de mi abuela guardados  como oro en paño y  mis primas y yo los habíamos descubierto, a escondidas de mis tías y mi abuela, y nos movíamos sigilosamente por el doblado tal como gatos, para que no nos descubrieran allí arriba mientras ellas estaban ocupadas en sus labores o atendían a las visitas.

El doblado tenia una llave y nosotras la habíamos cogido sin permiso había muchas cosas que nos estaban prohibidas a los niños, mi tía Narci guardaba el chocolate en el gramófono viejo.

 En la habitación de mi abuela estaba prohibido entrar, compartida por mi tia Narci la solterona, mi abuela en la cama de matrimonio de su difunto esposo y mi tía en un catre, separadas por una mesita de noche-zapatero del siglo XIX ,y nosotras a escondidas entrábamos en esa habitación que era donde tenían la colonia de canela y limón de Álvarez Gómez y joyas y armarios repletos de trajes y ropas de raso y de seda que casi nunca se ponían sólo cuando iban de boda junto a vestidos bien conservados de su juventud.

Maribel FC