Sale el sol.
La mañana fresca el aire me corta la cara, la bufanda, el
abrigo el chandal , las zapatillas de deporte y en la mano la cámara.
Llego a la playa, la
luz del cielo me deja perpleja y el romper de las olas también. Paseo por la
arena, mientras voy tirando fotos y respirando la brisa matutina, me fijo en
los colores del cielo y en la luz. Primero unos colores suaves y una tenue luz,
luego los suaves rosados van dando paso a los rosas anaranjados y el agua del
mar se va viendo más clara.
Mis manos y mi cara se van quedando heladas y el viento
alborota mi melena, la bola redonda de fuego se va divisando entre una nube
negra… los rayos de un naranja luminoso
van saliendo a trompicones.
Una ola grande
destaca entre las demás y el sol se despliega en todo su esplendor, a lo lejos
en el horizonte y me ciega; pero miro a la oscuridad de la orilla, donde la espuma de las olas choca contra las piedras.
Maribel Fernández Cabañas.
Mientras lo leía, tengo que confesar que este ha sido uno de los mejores amaneceres que he "visto".
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