La compra.
Salgo soñolienta de la siesta y me voy con el carro al
centro comercial, que está a diez minutos de mi casa. Paso por el inmenso
parque ,con plantas traídas de otros países hace quince años, cuando estábamos
en plena burbuja inmobiliaria, observo el drago de Canarias, la palmera del
Caribe, etiquetados con sus nombres latinos y vulgares en una placa en el suelo.
Cruzo el puente del inmenso lago, donde chapotean los patos y llego a la puerta
del centro comercial.
Allí me encuentro con una señora de mediana edad sentada en
uno de los cómodos bancos blancos de imitación a piel, me llama la atención que
está comiendo de lo que saca de unas bolsas que ha comprado en el supermercado.
Sigo andando, fijándome en las lujosas tiendas con los escaparates anunciando
la ropa de verano y descuentos de hasta el 30%en este mes de mayo. Muy bonitas
y alegres las blusas y las faldas de flores ,pero triste porque las tiendas
están vacías. Mis ojos y los de tres hombres, ya entrados en años, parados ante
el escaparate de una de las tiendas de mujer. Están hablando en voz alta:
_Juan, le pregunta uno de ellos al que tiene al lado, ¿ te
has fijado? este año se llevan las faldas largas y de flores.
_Sí Andrés no le vamos a ver las piernas a las chavalas, le
contesta.
_ ¡Pero ya iremos a
la playa a verlas en bikini!, dijo el tercero riendo.
Y así escuchándolos, mientras
mirábamos lo mismo, me adentré en el super y ví que estaba lleno y pensé: Al
menos aún podemos comprar comida y que
nos duren mucho los oídos y la vista porque con esta crisis económica no
hay para más.
Maribel Fernández Cabañas.
Hola, contadora de mundos cotidianos:
ResponderEliminarComo siempre, cuando entro en tu blog, me encuentro con más de un relato.Como siempre los leo con gusto y me digo:- ¡qué amiga más chula tengo!.Besos.